Hago un breve resumen de la Historia de la Iglesia en Latinoamerica.
Valga la pena recordar, que el Consejo Episcopal Latinoamericano, nace antes que el Concilio Vaticano II, con el apoyo del Papa Pio XII, hombre abierto hacia la catolicidad.
Al terminar la segunda guerra mundial, el Mensaje de Navidad de Pio XII, había dejado huellas imborrables, dentro de la Iglesia, mensaje lleno de paz, y reconciliación que aún hoy nos llega:
“La Iglesia es un todo indivisible y universal. Supranacional porque abraza con un mismo amor a todas las naciones y a todos los pueblos (…), en ninguna parte es extranjera. Vive y se desarrolla en todos los países del mundo y todos los países del mundo contribuyen a su vida y desarrollo. En otros tiempos, la vida de la Iglesia en su aspecto visible desplegaba su vigor preferentemente en los países de la vieja Europa, desde donde se extendía, como río majestuoso, a lo que podría llamarse la periferia del mundo; hoy día, se presenta, al contrario, como un intercambio de vida y energía entre todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo sobre la Tierra”.
Siguiendo la Historia, el Celam tiene su primera reunión en 1954, juegan un papel muy importante, en la creación y fortalecimiento del CELAM, personalidades como; el Cardenal Antonio Samoré, ex Nuncio en Colombia, Mons Manuel Larraín (obispo chileno de grata memoria) Dom Hélder Cámara (Brasil).
Son claras e inolvidables las recomendaciones que hizo Pio XII a los Obispos de América Latina, cuando les dijo:
“no malgastar valiosas energías, sino multiplicarlas con apropiada coordinación”, adoptar “nuevos métodos de apostolado” y abrir “caminos nuevos (…)”, acordando “un plan y un método concreto para poner por obra, con solicitud y competencia, todo cuanto exijan las necesidades de los tiempos”
Acontecía en ese entonces la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
Cuando Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II, fueron invitados y asistieron los Obispos de América Latina. Nuestros Obispos, se sintieron extraños y desconocidos, por cultura, lengua y costumbres.
Terminado el Concilio, Mons. Manuel Larraín, primer Presidente del CELAM, en diálogo con Pablo VI quien venía impulsando el fortalecimiento del mismo, visto el impacto del Concilio Vaticano II, piden al Papa autorización para reunirse en lo que hoy conocemos como Celam-Medellín 1968. Propuesta no ajena a malos entendidos, pues no faltó quien dijera que se corría el peligro de un gran cisma.
Antes de celebrarse la IIa. Conferencia Episcopal Latinoamericana, en Medellin-68, en abril 21 al 27, en la población de Melgar-Colombia, tuvo ocasión el “Primer Encuentro Continental de misiones en América Latina”, convocado por Mons. Gerardo Valencia Cano, presidente del Departamento de Misiones del CELAM.
En su discurso inaugural, Mons. Gerardo Valencia Cano, de manera profética, y con todo el dolor y sentir en su carisma pastoral y misionero nos dejó dicho:
“Desde mis primeros contactos con las culturas indígenas del Vaupés tuve la inquietud de que los misioneros nos veíamos forzados muchas veces a intuir o improvisar nuestra acción pastoral, por falta de un mayor conocimiento antropológico. He tenido la impresión de que nuestra labor pastoral fracasa muchas veces por falta de un planteamiento adecuado. Continuamente he añorado el día en que pudiéramos afrontar juntos un estudio y reflexión a fondo de nuestra común problemática particular. Hoy puede ser el comienzo de ese nuevo día.”
Monseñor, comparte en este Encuentro, el que algo ha venido fallando en la evangelización.
El documento de Melgar, con sus conclusiones, no fue aprobado por Roma debido a las intrigas del Nuncio Sergio Pignedoli, quien informa, que lo acontecido allí, no había estado “dentro de las normas y doctrina de la Iglesia”.
Tanto en el Encuentro de Melgar, como en Medellín-68, era latente, ir dando a conocer e ir practicando las enseñanzas sugeridas en el Concilio Vaticano II, Gaudium Spes, Ad Gentes.
Dentro de la Iglesia, ha existido y existe una gran preocupación, por la Evangelización de nuestros pueblos, sin pretender atropellar, sus tradiciones, lenguas, cultura y costumbres. Desafortunamente aún nos falta mucho para aceptar que en la diversidad esta la unidad. Se da más importancia a las devociones foráneas, a la defensa del Santoral, dogmas y normas, que, al anuncio del Evangelio, en el esplendor del proyecto de Jesús de Nazareth.
Es así como en nuestro Movimiento, iluminado por la presencia de la Ruah, el Espíritu Santo, siguiendo las sugerencias de la Iglesia Católica, en el Concilio Vaticano II, Melgar y Medellín-68 reafirmándonos en el Evangelio, siguiendo el proyecto de Jesús de Nazareth, un grupo de mujeres afro, que han sentido el llamado vocacional al ministerio sacerdotal femenino, piden ser aceptadas y ordenadas en nuestro Movimiento, dentro de su tradición, cultura y costumbres, sin usar las vestimentas clericales conservando el rito de la Eucaristía en el momento de la consagración, dejando el resto de la celebración abierta a las formas y modos propios de su cultura.
Es el momento de permitir todo aquello, que en cierta forma ha sido rechazado y dejarlo entrar y expandirse tanto como nos sea posible, haciendo que se integre en el TODO. No permanezcamos neutr@s, es hora de definirnos.
*Presbitera Católica
arcwp somos unmovimiento inclusivo por olga-lucia-alvarez-benjumea