HOMILIA EN LA FIESTA DE LA VIRGEN GUADALUPANA PATRONA DE AMERICA LATINA EN LA ORDENACIÓN AL PRESBITERADO DE MERCEDES SEGURA RODRIGUEZ.
Buenaventura, diciembre 12/2021
En esta ocasión tan especial como es la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina, es para mí un honor presidir la ordenación al ministerio del presbiterado de la compañera Mercedes Segura Rodríguez, al igual que para el Movimiento ARCWP (Presbiteras Católicas Romanas.).
Nos encontramos ante situaciones difíciles tanto locales, como nacionales e internaciones, y estamos asistiendo a grandes crisis, desoladoras bien por la pandemia, bien por los conflictos armados y su violencia, bien por la situación económica, bien por la violación a los Derechos Humanos que azota a los pueblos, allí donde cada una estemos.
En medio de toda la anterior problemática, vemos con gran esperanza, cada vez más como las mujeres, nos organizamos en diferentes grupos, realizando marchas, convocando conferencias, denunciando, levantando nuestras voces proféticas reclamando por el cuidado de la vida, de la casa común, la justicia y la paz.
Las mujeres presbiteras no nos hemos hecho presbiteras, para hacerle eco al sistema patriarcal. Ante lo que estamos viviendo nos levantamos como lo hizo la profetisa Débora que exclamó:
“Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, hasta que yo Débora me levanté, me levanté como madre de Israel” Jueces 5:7
Nuestros campos están desolados, los ríos contaminados, el comercio amenazado por el vandalismo en las carreteras, los niños ya no juegan en las calles, los vecinos ya no se ven conversando en sus patios, las relaciones sociales se resquebrajan por celos de autoridad, poder y desconfianzas. Las familias están confinadas en sus hogares por miedo a la violencia.
Todas/os hemos sido invitadas/os a buscar solución a la situación infrahumana, que vivimos. La solución es tuya y es mía.
Por nuestro Bautismo mujeres y hombres estamos llamados como hijas e hijos de la Divinidad, a apersonarnos a hacer parte de su historia, y no de hacer nuestra propia historia. La Divinidad no está llamando seres extraordinarios, sino seres común y corrientes como quienes estamos aquí presentes.
Responder al llamado que la Divinidad hace no es tarea fácil, siempre habrá obstáculos, los cuales debemos aprender a sobrepasar, ya que el anuncio de la Buena Nueva no la podemos anunciar si nos quedáramos solo atentas a quien está con nosotras o quien contra nosotras. Nos preguntamos ¿Nos proponemos dejar nuestra huella, o dejar la huella de la Divinidad, en el anuncio de la Buena Nueva a través de nosotras en nuestro ministerio?
El ser ungidas recordando nuestro Bautismo, nos reviste de autoridad y poder, para el anuncio del Evangelio, colmando nuestros corazones de justa indignación para empuñar la espada del espíritu en santa rebeldía y oración que nos insta a luchar contra una sociedad clerical patriarcal que nos margina y oprime como mujeres.
Hacer profecía no es adivinar el futuro, hacer profecía es denunciar las situaciones de injusticia. No olvidemos por nuestro Bautismo somos profetas.
En momentos actuales como los que vivimos se necesita coraje y valentía. Es el testimonio y la imagen de muchas mujeres que desde tiempos memorables nos han precedido con su ejemplo y entereza, que nos estimulan y desafían al cambio por una sociedad más justa y humana.
La figura de María, su actitud visitando a su prima Isabel la proclamación del Magnifica en aquella ocasión, son gestos dignos de observar, analizar y reflexionar.
Sin consultar, sin pedir permiso, embarazada, se fue sola, por caminos oscos y difíciles a compartir la novedad de su embarazo con su prima anciana en la misma situación. Es María una mujer atrevida y con coraje, resuelta a cambiar un sistema de opresión llevando la Buena Nueva. Es el anuncio de la Buena Nueva que enaltece dignifica al ser humano. Precisamente por llevar un anuncio claro, el mensaje se da a medias, se engaña, se distorsiona, se siembra la duda, el temor, la desconfianza. Se le atrapa en normas y estructuras.
María recibe el mensaje de la Buena Nueva, no lo adorna con luces, ni con citas ni colores. Plena de dignidad, se levanta con orgullo y sin miedo, lo comparte con su prima y a la humanidad nos lo entrega.
El Magníficat es su manifiesto de carácter político, grito profundo de sus entrañas, agradece a la Divinidad que la sublimiza y eleva: “Ha hecho en mí, cosas grandes”. Ella siente que la Divinidad le ha sacado de la nada. Conoce su poder y su gloria y exclama:
“Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.
Ni Mercedes, ni ninguna de las presbiteras nos hacemos presbiteras para adquirir un certificado o diploma más, ni para aparentar o presumir.
El ser presbiteras es servir, es estar entre el pueblo con el pueblo, el ser presbiteras no nos hace diferentes del ser pueblo. Nuestro ministerio es compromiso, en actitud de comprometida en lealtad, dando a conocer la Buena Nueva.
Estamos de pie, levantadas, dispuestas a caminar por vías difíciles en pro-del Evangelio. AMÉN.